Buscar este blog

martes, 15 de noviembre de 2011

Vivir de apariencias



"Seamos auténticos, aun con el riesgo de no gustar
o de no ser aprobados por los demás.
Conocer nuestras capacidades y limitaciones nos permitirá aceptarnos"

'Había una vez un rey que no tenía hijos, pero deseaba tener un heredero que le sucediese en el trono. Un día puso un anuncio en el que invitaba a todos los jóvenes a llenar la solicitud para convertirse en hijo adoptivo de la familia real y en futuro heredero de la corona. El único requisito que debían cumplir los pretendientes era mostrar amor a Dios y al prójimo.

Un joven campesino vio el anuncio y pensó en que no tenía posibilidad de aplicar debido a los harapos que vestía. Entonces trabajó día y noche con el fin de tener el dinero suficiente para comprarse ropa nueva. Metido en su traje nuevo se dirigió al palacio, dispuesto a convertirse en el próximo heredero. En su camino se topó con un pobre mendigo que estaba titiritando de frío. El joven decidió darle su ropa y quedarse con sus viejos harapos, aunque esto significara perder su oportunidad frente al rey. Sin embargo, como ya había llegado allí, se acercó para echar un vistazo.

Al llegar al palacio, algunos cortesanos que esperaban en la entrada comenzaron a reírse de él, haciendo muestras de desprecio por su presencia. A pesar de la indumentaria lo hicieron pasar a ver al rey.

Nada más verlo, pensó que había algo que le resultaba muy familiar. No sabía lo que era, pero después de unos minutos se dio cuenta de que el rey llevaba la ropa que él le había regalado al viejo mendigo.

El rey bajo del trono y lo abrazó fuertemente diciéndole: '¡Bienvenido seas, hijo mío, tú serás mi heredero!"'.

Esta pequeña historia, me hace pensar que, a pesar de los trajes, las tarjetas de presentación, los títulos y todos los tesoros que hayamos guardado… el tiempo dejará al descubierto nuestros verdaderos valores, creencias, ideas y sentimientos. Es cierto que cuidar nuestra imagen es importante, pero ser auténticos y coherentes con quienes somos realmente, nos permitirá proyectar nuestra verdadera imagen hacia el mundo y los demás.

Hay personas que han usado tantos disfraces a lo largo de sus vidas, tratando de ganar la aprobación o el cariño de otros, que ya no pueden definir quiénes son en realidad.

¿Sabías que tenemos la responsabilidad y la posibilidad de hacer un inventario esencial de vida para poder conocernos y saber si queremos seguir actuando y viviendo como lo hemos hecho hasta ahora o si, por el contrario, queremos encontrar nuestro verdadero yo, cambiando el aspecto negativo para incorporar algunos hábitos y creencias mas positivas a nuestra vida?

Podemos descansar de la pesada armadura que usamos cada día para protegernos de los comentarios, las actitudes y las acciones negativas de otras personas; de la misma que vestimos para defendernos de cualquier peligro que suponemos se nos pueda presentar en el futuro, o la que cargamos para prevenir que nos vuelvan a traicionar, a abandonar o a maltratar como en el pasado. Tomemos la decisión de superar todo aquello que emocionalmente nos sigue afectando negativamente para ser, ¡por fin!, nosotros mismos.

Aprendamos a vivir el presente sin la carga del resentimiento por los recuerdos dolorosos y negativos, sin el temor por los comentarios pesimistas de otros frente al futuro.

Seamos auténticos, aun con el riesgo de no gustar o de no ser aprobados por los demás. Conocer nuestras capacidades y limitaciones nos permitirá aceptarnos y trabajar en nosotros mismos para fortalecer las primeras y superar las segundas; sólo así podremos sentirnos a gusto con nosotros mismos.

Para ser auténticos

Deja de Aparentar. Sé tu mismo, evita actuar o expresarte como lo hacen otras personas. Acéptate tal cual eres, encuentra tu propio estilo y siéntete confiado de mostrarte a los demás con naturalidad.

Sé el mismo en todo lugar. Hay personas que cambian su comportamiento de acuerdo a las situaciones o los lugares donde se encuentran. Procura actuar de la misma manera, impulsado por los mismos valores en todo momento.

Hazte mejor persona. Cambia aquellas cosas que no te gustan de ti. Mejora tu imagen cuidando un poco más de tu cuerpo y tu salud. Llena tu mente de pensamientos más positivos y optimistas. Recupera y alimenta el entusiasmo por la vida.

Eres un ser único y especial con grandes cualidades… ¡Adelante! Muéstrales a los otros esa persona especial que hay dentro de ti.

¡Suelta el pasado, deja de preocuparte por el futuro, vive el presente, la vida es maravillosa, todo va a estar bien!

lunes, 14 de noviembre de 2011

Aprendiendo a ayudar



Una de las experiencias más extrañas que voy teniendo en la vida es ir constatando que a las personas que más ayudas son también las que más problemas te causan y hasta, en ocasiones, se vuelven tus enemigos y tratan de dañarte. Lo que al principio es un favor, luego se vuelve una obligación; que si no sigues ayudando te puede causar las peores consecuencias.Al que ayudas con ganas y ánimo no responde con la misma actitud, sino que -a veces- tiene actitudes totalmente contrarias a las que esperas y que explican por qué les estaba yendo mal antes de tu intervención. Si le invitas a trabajar contigo y no hace bien las cosas; entonces le pides que se vaya, ahí inventa lo que sea para demandarte y hacerte pagar con creces tu buena intención de ayudarlo. No te extrañes que pronto olvide que le ayudaste, que cuando se sienta fuerte se haga tu mal competidor y busque dañarte y acabarte. No se te haga raro que tu ayuda sea criticada y hasta ridiculizada por el exigente “necesitado” que no acepta cualquier ayuda. El Padre García-Herreros con su ironía -propia de la escuela francesa a la que pertenecemos- decía: - Qué extraño que este me ataque tanto; sino le he hecho ningún favor. Y Los Diomedes –el papá y el Dionisio- Gritan en La Gran Verdad: “Hubo una vez que yo tuve un gran amigo, y sin pedirle nada a cambio lo ayude, y tengo a Dios de mi lado y de testigo, que yo quería en futuro verlo bien…ahora el quiere verme hundido porque ya se le olvidó, y no se acuerda ni un poquitico, que el lo sacó adelante fui yo…” Parece que es una dinámica de vida: aquellos a los que ayudamos, terminan siendo nuestros enemigos o atacándonos y haciéndonos infelices. ¿Qué hacer? Esa es la pregunta. Varias respuestas. Podríamos decidir ser los peores seres humanos y no ayudar a nadie. Es decir, para no tener enemigos cercanos, no ayudemos a ninguno. Simplemente hacer lo que nos toque bien y punto. Pero esa no es una actitud sana. No puedes ser igual al que se comporta mal. Tú eres, y quieres, ser distinto, mejor y ser de bien. Creo que debemos seguir ayudando, siendo consciente de las posibles consecuencias, haciéndolo de manera inteligente y sana. Sin violentar límites y sin esperar más de lo que realmente la gente puede dar. Ayudar con desinterés, con amor e intensamente. Analizar y tratar de entender por qué le está yendo tan mal; esto nunca es gratis y siempre hay algunas razones en la manera de ser de esta persona. Seguro hay más variables que influyen en este resultado, aunque nos cueste aceptar que le esté yendo mal, a pesar de ser el mejor de los trabajadores, la mejor de la persona, el más aplicado. Hay algo que no funciona, eso es cierto. Hay que sospechar de esos malos resultados, de lo contrario podrás comprobar con muchas preocupaciones y dolores que era así. Lo que más me anima a hacer el bien y tender la mano al necesitado es que el Dueño del Apartamento Azul sabe bien qué hay en nuestros corazones y qué quisimos hacer. Decidimos seguir ayudando a pesar de lo que nos vendrá de vueltas, pero sabiéndolo hacer.También es importante reflexionar cómo somos nosotros mismos. No podemos quedarnos en la lógica de mirar siempre y sólo a los demás. ¿Cómo eres tú? ¿Eres agradecido, leal y sabes responder adecuadamente ante la ayuda de los otros? ¿Cómo te comportas ante aquel que estás ayudando? Muchas veces somos quienes ocasionamos que los otros actúen mal, cuando en vez de ayudar lo que hacemos es humillar y hacerles sentir que somos superiores. Eso hay que analizarlo y tratar de ver. Estoy seguro de que nada justifica el comportarse de manera desagradecida y desleal; pero hay que revisar bien cómo actuamos frente a los otros. Lo cierto es que tenemos que trabajar más en torno al valor y la virtud del “agradecimiento”. Tenemos que ser agradecidos y enseñar a otros a serlo. Sin esa actitud de agradecimiento no hay verdadera humanidad. Creo que lo que más me hace humano es poderle decir al otro Gracias, y decirselo con la vida y cada uno de mis actos. La lealtad al que nos ayuda debe ser eterna. No digo sometimiento, ni lambonería digo lealtad verdadera, de ojos abiertos y palabra clara pero corazón agradecido.

martes, 1 de noviembre de 2011

Aprendiendo a ayudar


Una de las experiencias más extrañas que voy teniendo en la vida es ir constatando que a las personas que más ayudas son también las que más problemas te causan y hasta, en ocasiones, se vuelven tus enemigos y tratan de dañarte. Lo que al principio es un favor, luego se vuelve una obligación; que si no sigues ayudando te puede causar las peores consecuencias.

Al que ayudas con ganas y ánimo no responde con la misma actitud, sino que -a veces- tiene actitudes totalmente contrarias a las que esperas y que explican por qué les estaba yendo mal antes de tu intervención. Si le invitas a trabajar contigo y no hace bien las cosas; entonces le pides que se vaya, ahí inventa lo que sea para demandarte y hacerte pagar con creces tu buena intención de ayudarlo. No te extrañes que pronto olvide que le ayudaste, que cuando se sienta fuerte se haga tu mal competidor y busque dañarte y acabarte. No se te haga raro que tu ayuda sea criticada y hasta ridiculizada por el exigente “necesitado” que no acepta cualquier ayuda.

El Padre García-Herreros con su ironía -propia de la escuela francesa a la que pertenecemos- decía: - Qué extraño que este me ataque tanto; sino le he hecho ningún favor.

Y Los Diomedes –el papá y el Dionisio- Gritan en La Gran Verdad: “Hubo una vez que yo tuve un gran amigo, y sin pedirle nada a cambio lo ayude, y tengo a Dios de mi lado y de testigo, que yo quería en futuro verlo bien…ahora el quiere verme hundido porque ya se le olvidó, y no se acuerda ni un poquitico, que el lo sacó adelante fui yo…”

Parece que es una dinámica de vida: aquellos a los que ayudamos, terminan siendo nuestros enemigos o atacándonos y haciéndonos infelices. ¿Qué hacer? Esa es la pregunta. Varias respuestas.



Podríamos decidir ser los peores seres humanos y no ayudar a nadie. Es decir, para no tener enemigos cercanos, no ayudemos a ninguno. Simplemente hacer lo que nos toque bien y punto. Pero esa no es una actitud sana. No puedes ser igual al que se comporta mal. Tú eres, y quieres, ser distinto, mejor y ser de bien. Creo que debemos seguir ayudando, siendo consciente de las posibles consecuencias, haciéndolo de manera inteligente y sana. Sin violentar límites y sin esperar más de lo que realmente la gente puede dar. Ayudar con desinterés, con amor e intensamente. Analizar y tratar de entender por qué le está yendo tan mal; esto nunca es gratis y siempre hay algunas razones en la manera de ser de esta persona. Seguro hay más variables que influyen en este resultado, aunque nos cueste aceptar que le esté yendo mal, a pesar de ser el mejor de los trabajadores, la mejor de la persona, el más aplicado. Hay algo que no funciona, eso es cierto. Hay que sospechar de esos malos resultados, de lo contrario podrás comprobar con muchas preocupaciones y dolores que era así. Lo que más me anima a hacer el bien y tender la mano al necesitado es que el Dueño del Apartamento Azul sabe bien qué hay en nuestros corazones y qué quisimos hacer. Decidimos seguir ayudando a pesar de lo que nos vendrá de vueltas, pero sabiéndolo hacer.
También es importante reflexionar cómo somos nosotros mismos. No podemos quedarnos en la lógica de mirar siempre y sólo a los demás. ¿Cómo eres tú? ¿Eres agradecido, leal y sabes responder adecuadamente ante la ayuda de los otros? ¿Cómo te comportas ante aquel que estás ayudando? Muchas veces somos quienes ocasionamos que los otros actúen mal, cuando en vez de ayudar lo que hacemos es humillar y hacerles sentir que somos superiores. Eso hay que analizarlo y tratar de ver. Estoy seguro de que nada justifica el comportarse de manera desagradecida y desleal; pero hay que revisar bien cómo actuamos frente a los otros.


Lo cierto es que tenemos que trabajar más en torno al valor y la virtud del “agradecimiento”. Tenemos que ser agradecidos y enseñar a otros a serlo. Sin esa actitud de agradecimiento no hay verdadera humanidad. Creo que lo que más me hace humano es poderle decir al otro Gracias, y decirselo con la vida y cada uno de mis actos. La lealtad al que nos ayuda debe ser eterna. No digo sometimiento, ni lambonería digo lealtad verdadera, de ojos abiertos y palabra clara pero corazón agradecido.